Zurcir una armadura para el espacio público

El primer día de marzo de 2021 me encontraba en la Plaza Grande, uno de los espacios públicos más emblemáticos del Centro Histórico de Mérida. No mentiré, no me sentía del todo cómodo en este lugar, pues, sabía que la zona era de las más afectadas por la conquista del SARS-CoV-2 en la capital yucateca. Constantemente usaba gel antibacterial e intentaba conservar la mayor distancia posible con las personas que me rodeaban. Después que mis fantasías catastróficas ocuparon menos protagonismo en mis pensamientos, tomé asiento en una de las bancas. Como de costumbre en la región, la tórrida temperatura del día no daba tregua. Alcé la mirada. Al frente observé cómo nacían los dos campanarios de la Catedral de San Ildefonso de una franja de laureles y palmeras, y del lado izquierdo la delgadez de dos astas con sus respectivas banderas tricolores, una en la médula de la Plaza y la otra, la más alejada, sobre el Palacio de Gobierno.

El cuadro confinado por mi observación parecía no revelar la desventura que vivíamos a nivel mundial. La población local transitaba desordenadamente, lo más probable es que las personas se dirigían a sus centros de trabajo. Por su parte, los comerciantes informales se acercaban sin recelo a los turistas, los cuales frenaban de vez en cuando su marcha para agudizar sus miradas en los edificios del derredor, para decidir sus trayectos o para tomarse fotografías en las letras prominentes de la palabra MÉRIDA. Una partitura se componía por el gorjeo de palomas y el trinar de pájaros, el tintineo de campanas, murmullos y zancadas, el silbato de agentes de tránsito, el claxon de automóviles y el impacto de sus llantas con la calle. Nada fuera de lo común si recupero de mi memoria una impresión del lugar antes de la pandemia.

Lo único que hacía ruido dentro de este cuadro era el uso de cubrebocas entre las personas y un cartel rojo caoba con letras crema donde se leía “¡Unidos podemos salir adelante!”. En este, también se apreciaba el escudo del Ayuntamiento y las redes sociales de la presente administración. Al centrar mi atención, noté que las sillas blancas de los confidentes estaban clausuradas por medio de maceteros, al igual que el centro de las bancas restantes. Con sutileza, estas señales delataban a la pandemia y comunicaban un nuevo orden del espacio público ¿quién y cómo se decidió ese orden?

Permanecí ensimismado por unos minutos. Después, opté por caminar a través de la Plaza para componer un segundo cuadro de observación. En ese trayecto, reconocí que en todos los accesos se habían colocado otros carteles que puntualizaban las medidas de seguridad, entre estas, el uso correcto de cubrebocas, la sana distancia y el horario de apertura y clausura de 6:00 am a 10:00 pm. Más adelante, encontré otros rótulos que comunicaban el distanciamiento social 1.5 m como condición básica para la limpieza de zapatos. También, observé estaciones improvisadas que vertían un líquido incoloro para desinfectar el cuerpo de las personas, así como señales de circulación peatonal en el pavimento, que, debo decir, pasaban desapercibidos casi por completo. En este nuevo cuadro aparecían actores como policías municipales, personas que se dedicaban a bolear zapatos, encuestadores, vendedores de paletas heladas, etcétera.

Un tercer cuadro de observación se dibujaba más allá de los bordes de la Plaza Grande. Se constituía por las estrechas calles y construcciones históricas que la rodeaban. Las primeras, con una imagen y orden evidentemente distintos. Al pensar en estos tres cuadros de observación, y en su yuxtaposición, me asaltó la idea de que el nuevo orden y vestimenta del espacio público formaban parte de una política encaminada a enfrentar la pandemia. Me cuestionaba cómo se había confeccionado esa armadura y quiénes habían participado en el zurcido. Más adelante, caí en cuenta en que, si bien existía una reapropiación del espacio público por parte de la población local en marzo de 2021, antes de este proceso se hallaba una antesala donde el ejecutivo estatal ordenó los ámbitos de concurrencia social como parte de su estrategia de reactivación económica. Se reapropió previamente del espacio público con el propósito de adaptarlo a la “nueva normalidad”.

Para concretar estas últimas ideas debo apoyarme en el contexto económico que se vivió en Yucatán durante el primer año de la contingencia sanitaria. Comenzaré diciendo que el 13 de marzo de 2020 el titular de la Secretaría de Salud, Mauricio Sauri Vivas, comunicó el primer caso de SARS-CoV-2 en la entidad. A partir de ello, se hilvanaron las primeras medidas para estrechar la propagación del virus, entre estas, el control de acceso al territorio por vía aérea y terrestre y el cuidado de niños y jóvenes en escuelas públicas y privadas. El 23 de marzo de ese mismo año, el gobierno del estado ya recomendaba no salir de las casas, excepto por cuestiones de trabajo o para comprar alimentos o medicamentos en farmacias. En ese momento, también inició un proyecto de estímulos fiscales y económicos para la población económicamente activa de los sectores primario, secundario y terciario. Cuatro días después, esta propuesta adquirió precisión con el Plan Estatal para Impulsar la Economía, los Empleos y la Salud de los Yucatecos. Otras medidas que adoptó el ejecutivo estatal, y que interesa rescatar en este escrito, son, por una parte, la suspensión de salidas a espacios públicos, y por otra, la reducción de contactos sociales innecesarios. A partir del 1 de abril se cerraron temporalmente comercios, empresas y malls, pero se aceptó la apertura de algunas instalaciones e industrias relacionadas a la salud, alimentación, financiamiento, comunicación y movilidad.

El cierre temporal de esos lugares se mantuvo entre uno y dos meses. La estabilidad relativa de casos positivos fue la excusa perfecta para abandonar estas medidas y reactivar la economía yucateca. A partir del 18 de mayo abrieron sus puertas la industria aeroespacial y de autopartes y más adelante, el 1 de junio, la industria de la construcción; pero, no fue hasta el 8 de junio que reiniciaron decisivamente las actividades económicas. Con la llamada “ola uno” empezaron a operar de nuevo, y a una mínima capacidad, la industria manufacturera, los servicios inmobiliarios y de alquiler, los comercios mayoristas y minoristas, los despachos de profesionistas, hoteles, restaurantes, estéticas, etcétera. Al parecer, las ciudades, y los pueblos, pronto reaccionarían de su letargo.

El último tramo del túnel parecía estar más cerca de lo pensado. Pero, contrario a cualquier expectativa, lo que se avecinó no fue precisamente el fin de la pandemia, sino la etapa más cruda de la misma en la entidad. Las decisiones del ejecutivo estatal imprimieron una huella significativa en la vida y salud de la población local. Se pagó un precio bastante elevado por la reactivación económica temprana: el aumento sostenido de casos de SARS-CoV-2 a un año de la contingencia. El periodo más sobresaliente hasta marzo de 2021 en Yucatán comprendió del 17 de junio, a partir del cual se registró una tendencia general de 100 casos por día, al 30 de julio de 2020, el día más crítico con 374 nuevos casos en tan solo un día (Conacyt et al., 2021).

Aunque levemente, el panorama en la entidad mejoró después de esta última fecha. Los casos disminuyeron progresivamente, por tanto, no había impedimento para continuar con la reactivación económica. Para tal fin, el 28 de agosto de 2020 se firmó el Acuerdo de Reapertura Económica Segura de Yucatán entre cámaras empresariales, sindicatos de trabajadores y el gobierno del estado. Es precisamente este acuerdo el que me permite sustentar que el orden adoptado en el espacio público durante la pandemia no estaba disociado de la estrategia económica del ejecutivo estatal. Las adaptaciones físicas que observé durante mi visita a la Plaza Grande tan solo constituían la punta de un contexto mucho más amplio, el testimonio más concreto de la reapropiación del espacio público por parte del ejecutivo estatal o el aterrizaje de una política desarrollada específicamente en los marcos de la contingencia sanitaria.

Las últimas nociones adquieren mayor nitidez cuando consideramos que del acuerdo derivó el Plan de Mejora a la Movilidad Urbana para el Centro Histórico de Mérida, implementado por el Instituto de Movilidad y Desarrollo Urbano Territorial. Esta iniciativa se presentó oficialmente el 31 de agosto y su contenido abrazó adaptaciones físicas que por muchos años tanto arquitectos como urbanistas habían sugerido para el espacio público en el Centro Histórico de Mérida. El plan se integró por medio de diferentes ejes, entre estos, la reubicación del sistema de transporte público y su organización en ascensos y descensos, la colocación de maceteros sobre calles para ampliar el área de circulación peatonal, la mejora de señalizaciones y cruces de calles y la accesibilidad para personas con capacidades diferentes.

A través de este plan se zurció la vestimenta del espacio público. El ejecutivo estatal blindó los espacios de concurrencia social con el propósito de reactivar la economía en una de las zonas con mayor tránsito de personas y concentración de comercios en la capital yucateca. Naturalmente, se comunicó que la estrategia buscaba, en primer lugar, prevenir el contagio de SARS-CoV-2. Las investigaciones futuras quizás podrían reflexionar puntualmente sobre el peso de la salud y economía en las decisiones del gobierno estatal, en la apropiación de las personas ante la nueva vestimenta o armadura del espacio público y en los puntos de similitud y diferencia acogidos en otras latitudes de México. Para cerrar esta breve reflexión, tan solo diré que, cuando me encontraba en la Plaza Grande, observé que en algunas calles la población local caminaba apresuradamente sin usar el espacio anexo delimitado por los nuevos maceteros y sin conservar el distanciamiento social ¿cuál fue la responsabilidad de la sociedad en la expansión del SARS-CoV-2?

Referencias

Conacyt, Centro-Geo, GeoInt y DataLab. Covid-19 México [En línea]. Disponible en <https://datos.covid-19.conacyt.mx/> (consulta: 16 de junio de 2021).

Vila, Mauricio. Directo con el Gober [En línea]. Disponible en <https://www.facebook.com/mauriciovilad> (consulta: 16 y 17 de junio de 2021).

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