Antes de marzo de 2020, salir a bailar a algún antro, hacer fiestas o tomar el transporte público para ir a trabajar o estudiar eran prácticas cotidianas que todas y todos realizábamos sin cuestionarnos que podríamos exponernos a algún daño eventual. Sin embargo, la pandemia transformó el significado de todas estas prácticas, a tal punto que, el convivir con los demás en diferentes espacios se convirtió en una fuente de riesgo permanente desde el discurso institucional y científico. Aun así, muchas personas continuaron tomando el metro, otras decidieron salir a divertirse junto con sus familiares o amigos a lugares concurridos, muchas más continuaron consumiendo alimentos y bebidas en las calles; todas estas situaciones producían que se olvidaran las etiquetas sanitarias como el uso de tapabocas y el distanciamiento social. Lo anterior se retrata en cuatro postales que se localizaron en la calle de una colonia, en una de las estaciones del metro y en el centro de la Ciudad de México, así como en un antro de Puerto Vallarta. Lo capturado en las postales muestra que la percepción de peligro y riesgo no es homogénea. El comportamiento social de algunos habitantes de las ciudades evidencia situaciones tan variadas como: negación, indiferencia, cautela o, en el polo opuesto, temor de salir al espacio público.