Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
En lo cotidiano están las actividades que si una persona desarrolla cada día con regularidad, suceden en grupo. Lo que diariamente se repite como levantarte para ir a desayunar, comer o cenar, irte a dormir, recoger, limpiar tus cosas, también incluye a otras acciones que varían según lo que le ocurra a cada persona en distintas situaciones. Como la persona sólo existe en el colectivo, el día a día no solo es parte de nuestras experiencias grupales, personales y sociales, sino que influye poderosamente en las relaciones con todo(s) con lo(s) que vivimos. Puede ser un resumen y un fundamento de las relaciones sociales y políticas, sobre todo de las relaciones de poder, en las que estamos inmersos.
Que lo vivido se vuelva explicaciones de lo hecho, también es algo cotidiano aunque, mucho menos evidente. Lo interesante puede ser que nuestro día con día sea crisol desde el que fundamentamos nuestro hacer/ser grupal. Sea que nos damos cuenta o no, no importa; sin esas teorías que hacemos de nuestro cotidiano, simplemente sería imposible sobre-vivir. Son síntesis, pistas (hints), aprendizajes, suma de decisiones, sirven como acervo de referencias con las que vivimos todos los días. Estas explicaciones, teorías más o menos fundamentadas, son poco ostensibles aunque están presentes en todos nuestros pareceres y sentires de la vida, aunque nos resulta algo tan espontáneo como vital.
De lo cotidiano nos quedan muchas experiencias que se acumulan hasta volverse teorías. De esas experiencias acumuladas a lo largo de cada día y noche se desprenden hilos esenciales, concentrados, que pautan nuestras vidas y todas nuestras relaciones, aun sin darnos cuenta. De lo aprendido con el diario vivir, nos quedan experiencias que se acumulan, que pueden volverse teorías “del día a día” y que se vuelven sentimientos de lo más cotidiano y frecuente. Patrones de respuesta que nos conforman para saber/actuar mejor en las distintas situaciones.
El tren de vida de lo cotidiano nos plantea el tema especial de aprender de lo vivido, asimilar lo sustantivo y, sobre todo, de dejar pasar o de plano, eliminar todo lo innecesario. Decisiones acumuladas de las que nos damos cuenta e ideamos a propósito o, de otro modo, hechas sin intención y sin conciencia, porque simplemente las hacemos a la ligera, porque las damos como respuesta “sin pensar”. Hechos que detonan estas experiencias sirven para establecer tus objetivos, marcar tus límites y alcances, son útiles porque, de cualquier manera, marcan tus fronteras. Algo importante de la experiencia cotidiana es que suma tus decisiones de lo <que sea y de adónde sea> que hayas puesto tu mirada.
Sucede en grupo
Como vivimos al día, inmersos en los mares océanos de las comunidades de las que formamos parte, lo hacemos conforme algunas pautas de afinidad que, social y personalmente, suceden en grupo. Ocasionalmente encontramos algunos que confían-creen-aman en nosotros y en quienes nosotros confiamos-creemos-queremos, y con los que unidos buscamos o encontramos el apoyo, aliento, ánimo, amparo. Por esto, es posible que las experiencias, al igual que muchas de las teorías del día a día se refieran a lo que sucede en grupo. No solamente demuestran que sí podemos tomar unos rumbos en grupo, sino que somos capaces de elegir colaborar solidariamente al ir por un camino entre muchos otros o al decidir con todo convencimiento y a conciencia entre las opciones que más nos convienen y hacer bien lo que sea más compartido, lo más conveniente en cada circunstancia.
El tiempo de calidad que dedicamos a diario a lo que hacemos, nos da algunas dimensiones elocuentes de todo esto. Sea, por ejemplo, el tiempo dedicado al aseo y al vestuario personal, a la alimentación y al desplazamiento, al trabajo o a la convivencia diaria en casa o fuera. Quizá especialmente relevante sea por ejemplo, el “tiempo de calidad”1 que los padres estadounidenses dedican a sus hijos antes de que cumplan 13 años.2 Según la encuesta de esta fuente, se destinan sólo 37 minutos a “conectar con los hijos” y, por esa “vida agitada”, la convivencia sucede por WhatsApp o video llamadas y la crianza de los hijos queda más bien al cargo de las transmisiones por Ipad.
En la construcción de las preferencias que se adquieren en la vida diaria, hay otros ejemplos en torno de la alimentación y la salud, entre los que se pueden incluir diversos indicadores demográficos.3 Otro caso de lo que afecta a los grupos de cualquier edad y que también puede destacarse es la reducción de los tiempos para coexistir y relacionarse entre sí y con los demás. Reducir la vida de relación o sesgar los motivos del encuentro a los del trabajo, minimiza la vida social. La trastorna, no únicamente porque se limitan las conexiones necesarias para crecer en confianza, sino porque se pierde la cultura de relación y se altera la cohesión social, grupal y familiar.
En medio de esto cobra relevancia la teoría de lo cotidiano -que sucede en grupo- porque contrasta, lo que se elige y se anticipa, mostrando las (des)ventajas de que lo que sea que se vaya a experimentar con el día a día: sea benéfico, adecuado, óptimo, resiliente para cada quien o sea, para todo(s), en la circunstancia de que se trata o, que no lo sea así. De las experiencias acumuladas surgen directrices a las que referimos casi todo lo que sucede, se convierten en referentes, casi imperativos, ante algo que nos lleve a escoger. Cabe destacar que lo notable en ejemplos como los esbozados arriba es que para saber decidir, con la mayor certeza posible, acerca de la conveniencia y la utilidad de las cosas que vivimos, se den momentos de lucidez que hagan posible hallarle una riqueza de sentido a lo que hacemos-sabemos-sentimos-soñamos.
¿Sólo cuenta lo aprendido?
Sí, es posible que solo cuenta lo aprendido pero para que suceda es indispensable todo lo demás que lo circunscribe. Entonces puede ser interesante considerar la pregunta de ¿cómo dejar pasar lo vivido, retomar el camino, repetir lo hecho o no hacerlo, refrendar los pasos del pasado o bien, en otro sentido, cómo lograr dejarlos atrás y cambiarlos para experimentar y aprender con algo nuevo? Esta inquietud y sus respuestas se vuelven, con cierta frecuencia, una especie de “tesoros” acumulados a lo largo de la más simple cotidianidad porque son útiles para la siguiente experiencia. Pero no todo lo cotidiano ni todo lo experimentado se vuelve experiencia, solo cuenta lo aprendido, lo suficientemente aprendido, como para poder ponerlo a prueba -con éxito- muchas veces, cada vez.
Como instantáneas de capturas de un video sacadas del tren de la vida diaria, a veces es posible darte cuenta de algo clave. Pero, ¿qué te sustrae de la repetición de lo vivido y de dejar de vivir lo pasado para situarte en la experiencia del presente?, tal vez sucede algo que libera la creatividad de las personas. Y, así como es posible que hayas elegido un curso de acción óptimo, con el que alcances plenitud y te satisfaga, sea lo mejor, lo más bonito, en donde esté presente lo que más te guste y anhelas, puede ser que no haya sido así. Darte cuenta, le habrá dado otro sabor a esta experiencia, porque la habrás tenido en tus manos. Importa mucho ese poder moldear de lo cotidiano.
Si es cierto que todo lo vivido, lo que sea, es indispensable para que emerja esa pequeña o gran teoría de nuestras vidas, aquí se trata más bien, de otra clase de repetición porque ya no solo hay que (re)accionar a lo que pasa dentro y fuera de cada quien. De esta forma, más allá del automatismo espontáneo, inercial, instintivo con que vivimos y pensamos lo cotidiano, emergen de nosotros esas casi teorías del “día a día”. Es inevitable que con cierta frecuencia se trate simplemente de experiencias acumuladas.
Y puede ser que el día a día sea un motivo para sonreír. Pero bien visto el diario vivir, muchas de nuestras decisiones reiteraran la utilidad de estas teorías del cómo vivir para experimentar con lo vivido, en cualquier dirección elegida. Si la anticipación previsora, ligada al cálculo de la experiencia del riesgo y, por eso, del costo beneficio de los errores, fallas, rupturas, discontinuidades es muy conocido, la prueba, o puesta a prueba de estas suposiciones que son menos conocidas, nos enriquece. Quizá sean esas teorías de las experiencias acumuladas, o sea, de lo aprendido en la práctica, las que hacen la diferencia.
Como estas experiencias del día a día suceden en el grupo que nos contiene, nos regalan medidas de lo adecuado, hacen evidente que sí es posible elegir y, quizá, que habrá algo que se pueda saber hacer en plenitud: lo que se comprueba útil, conveniente, adecuado, fácil, fluido, presente, etcétera. Y puede ser que realmente poco importa si lo hacemos sin pensar y simplemente “le seguimos” haciéndole caso al momento. Pero, aunque lo más frecuente es dar y darnos una repuesta cualquiera del repertorio que tenemos a la mano -seguramente desde el inconsciente colectivo-, no siempre esto es un accionar cualquiera. Las prácticas de la vida diaria nos muestran lo que preferimos escoger. Se trata de teorías prácticas del día a día que, como experiencias cotidianas acumuladas que hacen evidente cómo actuar y sentirse mejor.
1 Storybook ofrece la siguiente definición de tiempo de calidad: “… es sentarse a hacer una actividad, estudiar juntos, divertirse con un juego de mesa, cenar juntos o leer un cuento. En estas actividades que ayudan al niño a mejorar su confianza, por el acompañamiento, los padres (en Estados Unidos) solo invierten 37 minutos al día. (Vega, Daniela (2023). “Padres sólo pasan 37 minutos al día de calidad con sus hijos”, 29 de noviembre, disponible en https://www.storybook-app.com/es/reflexiones/padres-solo-pasan-37-minutos-al-dia-de-calidad-con-sus-hijos#:~:text=En%20estas%20actividades%20que%20ayudan,sabemos%3A%20las%20tareas%20del%20hogar).
2 Como referencia, “Dinamarca es considerado constantemente el país más feliz del mundo. Con una cantidad promedio de tiempo que los padres pasan con sus hijos de 150 minutos y 115 minutos para las mamás y los papás con educación universitaria, podemos concluir que 115-150 minutos es el estándar de oro.” Financial Samurai (2024). “La cantidad promedio de tiempo que los padres pasan con sus hijos al día”, 15 de junio, disponible en https://www-financialsamurai-com.translate.goog/the-average-amount-of-time-parents-spend-with-their-kids-a-day/?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=rq#:~:text=A%20Typical%20Day%20For%20A%20Stay%20At%20Home%20Parent&text=That’s%2013%20hours%20or%20780,with%20your%20child%20a%20day.
3 Indicadores como la esperanza de vida que por citarla para México, en 2022, alcanzó las cifras de 78 años para mujeres y 72 años para hombres. (INEGI (2024). “Cuéntame de México. Población. Esperanza de vida”, p. 2, disponible en https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/esperanza.aspx?tema=P#:~:text=En%202021%2C%20por%20cada%20136,poco%20m%C3%A1s%20de%2075%20a%C3%B1os.
Otra referencia de la vida diaria puede enmarcarse en las dinámicas económicas del PIB per cápita. Que en Estados Unidos, en 2022, fue de 78,347, en 2023 en China en, alcanzó los $12,614, en Canadá los $53,371.1, mientas que en México fue de $10,784 dólares estadounidenses. Lo que sugiere que la solvencia de la vida cotidiana depende más de los vinculantes sociopolíticos que de los directamente económicos.