Texto Colectivo (In)Movilidad en las Américas y COVID-19. Noda México*. Publicado el 2 de septiembre en Pie de Página
Las caravanas son una muestra del fracaso de la estrategia de contención en una ciudad cárcel. A diferencia del otoño caravanero de 2018, en esta ocasión, esta acción política radical implementada por las personas migrantes haitianas desde Tapachula ha recibido escaso apoyo y menos aún cobertura mediática en los grandes medios. Defensores de migrantes piden a la sociedad mexicana involucrarse
«Por favor, señor presidente. Le escribo estas palabras para decir que nosotros los inmigrantes estamos pasándolo muy mal. Lo único que le estamos pidiendo es poder estar libres, poder vivir sin miedo, sin miedo a que nos agarre migración. Hoy llevamos tres días caminando. Queremos un autobús para irnos a Ciudad de México. La razón por la que salimos de Chiapas es porque no hay trabajos, estamos en la calle, tenemos hambre, estamos en la calle mujeres con hijos, mujeres embarazadas. Chiapas no aguanta más. Lo más complicado cuando nos queremos salir de Tapachula (Chiapas) y peor nos están expulsando por la frontera de Guatemala. Eso es injusto, es un abuso de poder y violación de derechos humanos. Es xenofobia. Como refugiados y migrantes merecemos un tratamiento diferente. O darnos una forma correcta de poder circular o trabajar.”
Manifiesto de caravaneros haitianos recuperado por el Colectivo de Observación y Monitoreo de Derechos Humanos en el Sureste Mexicano. 31 de agosto de 2021, mientras intentaban avanzar para salir de Chiapas.
“Lo que está pasando aquí es que aquí se están violando los derechos humanos, los refugiados son personas que dejaron su país por amenazas. Si estamos aquí es porque estamos buscando una vida mejor. La gente que tiene papeles no la pueden agarrar, meterla a un bus y llevarla a Guatemala, eso es violación de derechos humanos. Hay personas que tienen tarjetas visitantes de un año, que tienen residencias, que tienen el papel que dice Tapachula, Chiapas, a esas mismas personas las agarran y las llevan a Guatemala. Eso no debe ser, eso es racismo, eso es violación de derechos humanos, por eso estamos peleando. La caravana es para eso, aún que estuvimos una semana todo el día manifestando, para que podemos circular y buscar trabajar, porque ha y que pagar casa, hay que comer, y hay personas que están durmiendo en el parque y están buscando trabajo todo el día con la lluvia. Mujeres con niños, mujeres embarazadas. […] la caravana es porque ellos no quieren tomar una decisión con nosotros. […] Estamos buscando una forma para poder salir de Chiapas porque en Chiapas no hay forma de vivir porque la gente te está tratando como animales, se está violando tu derecho. Entonces si somos refugiados estamos luchando para que podamos salir y buscando una forma de vivir para que podamos comer.”
Caravanero haitiano. 28 de agosto de 2021 Testimonio recuperado a pie de vía por Chirla México
Estos son apenas dos de muchos testimonios que explican las causas que dieron lugar a una nueva caravana de migrantes y refugiados que intentó transitar por Chiapas al final de este segundo agosto pandémico. Las personas se organizaron en esta ya instituída forma de transmigración grupal para salir del infierno de Tapachula, frontera sur chiapaneca.
Ellxs migran así porque la población local, explican defensores de migrantes en diversos comunicados, agudiza la discriminación contra lxs haitianos porque son negros. Es por el racismo sistémico que las familias haitanas están atoradas en esa ciudad-cárcel; por eso mismo tampoco encuentran trabajos o deben pagar rentas de sus moradas que, cuando están a disposición, son mucho más altas.
Por eso, para Arturo Viscarra, abogado salvadoreño-estadounidense defensor de los derechos de migrantes que trabaja en Chirla, “las caravanas son una muestra del fracaso de la estrategia de contención en una ciudad cárcel”. A diferencia del otoño caravanero de 2018, en esta ocasión, esta acción política radical implementada por lxs migrantes haitianos ha recibido escaso apoyo y menos aun cobertura mediática en los grandes massmedia. En entrevista, así lo explica Viscarra: “Yo no veo involucramiento de la sociedad mexicana, creo que la población en México necesita involucrarse más, oponerse de forma manifiesta contra la violencia, no entiendo por qué esto no es una prioridad para los sectores progresistas de México, si nadie reclama, habrá más racismo y xenofobia”.
Los efectos de la externalización de la violencia legal estadounidense
El Estado mexicano se reinventa todos los días en sus modos de violencia y de control de la movilidad humana. El trato dado a las personas migrantes y solicitantes de asilo en México es un claro ejemplo de ello. En estos días, hemos observado imágenes de cientos de migrantes caminando en caravana desde Tapachula, buscando salir de la que llaman “ciudad-cárcel”, siendo duramente reprimidos, torturados, detenidos, separados entre familias y expulsados. Otra vez, la caravana de este 2021 está compuesta en su mayoría por jóvenes, mujeres y niñes. Se confirma con ello la tendencia de lo que hemos llamado la familiarización de la transmigración por México.
Las hasta ahora dos caravanas de migrantes partieron el sábado 28 de agosto y el lunes 30 de agosto 2021. En los medios se las ha nombrado como « caravanas haitianas » por el evidente protagonismo de hatiainxs. No obstante, en los hechos, estas formas de transmigración en grupo son episodios de lucha migrante marcadas por la diversidad de géneros, edad, étnica y de nacionalidades. Por la cobertura periodística – sobre todo a cargo de colegas freelance pues reconocemos un desinterés por ofrecer a las audiencias globales coberturas sobre las caravanas entre los grandes massmedia–, reconocemos además la presencia de familias venezolanas y un importante número de familias hondureñas en esa misma caravana.
Nos parece central destacar la agencia política de les colectivos afrodescencientes en este episodio de lucha. Desde que en agosto de 2019, la efímera caravana que derivó de la Asamblea de Africanos y Africanas en Tapachula y que fue inmediatamente interrumpida por militares, no se había conformado otra caravana de migrantes que no fuera protagonizada por personas hondureñas o salvadoreñas.
Por sus testimonios y denuncias entendemos que les caravaneres habían agotado sus posiblidades de esperar en Tapachula por una cita en la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiada (COMAR) o por una resolución a su trámite migratorio ante el Instituto Nacional de Migración (INM), cansados ante la falta de información y de rendición de cuentas, del racismo sistémico y los abusos de las autoridades migratorias y policiales de México, decidieron irrumpir los límites de Tapachula. Otra vez, mujeres embarazadas, familias con niñes en sus brazos, parejas empujando sillas de rueda continuaron con su tránsito al norte. Desde que partieron estas caravanas hemos visto cómo sus protagonistas han sido brutalmente reprimidos, pisoteados y violentados vía prácticas de tortura inéditas para México, un país atravesado por muchas y diversas crisis de seguridad y derechos humanos. Pero, al mismo tiempo, entre más violencia ejercen las instituciones públicas y los grupos del crimen organizado y desorganizado, en su intento por atomizar a estas familias en tránsito, con mayor nitidez se pone de manifiesto su lucha migrante. Esta vez, además de caminar desafiando fronteras, les refugiados y migrantes cantaban consignas en créole (lengua caribeña) y castellano demandando libertad de tránsito y respeto a sus derechos fundamentales.
Y es que, su cansancio viene de más lejos. Viene desde un Haití que ya no es su hogar desde hace muchos años, desde países sudamericanos que tampoco les ofrecen perspectivas de futuro. Cuando les vemos caminando en las carreteras de Chiapas, ya han cruzado antes por Los Andes, la Amazonia, el Darién y toda Centroamérica. Son mujeres, niñes y hombres-diáspora.
El cansancio viene de lejos… las migraciones haitianas por América Latina
Las migraciones haitianas por México no empezaron el sábado 28 de agosto de 2021 por la mañana, cuando salió la primera caravana de Tapachula después de una semana de protesta en el centro de la ciudad. Sin duda el reciente asesinato del jefe de Estado hatiano y el último terremoto en Haití son nuevos detonantes en el engranaje de la diáspora haitiana por la región. No ostante, les haitianes están en tránsito por el territorio mexicano desde hace por lo menos 5 años, y elles vienen desde el sur. A pie han rayado el mapa de América Latina y el Caribe de arriba abajo y viceversa varias veces a lo largo de los últimos años.
Desde la crisis política y económica desatada en Brasil en 2015, cuyo resultado más trágico es el gobierno neofascista de Jair Bolsonaro y a partir de las políticas anti-migrantes y racistas de Piñera en Chile, así como desde Perú, Ecuador y otros países, esas personas, con o sin hijes, han estado recorriendo un corredor que conecta pedazos de Sudamérica con el resto de países centroamericanos hasta llegar a la frontera norte de México, especialmente pero no solamente Tijuana, Rosarito y Mexicali. Pero, una cosa es vivir (y reproducirse) en Tijuana, uno de los más grandes centros industriales de México y otra es intentar hacerlo en Tapachula. Durante las protestas de la semana pasada, sus carteles gritaban “Queremos respuesta migración”, “No podemos esperar +, Tapachula ya está lleno con los migrantes haitianos y los demás”.
A lo largo de la pandemia de coronavirus, con el cierre de las fronteras entre Panamá y Costa Rica, muchas personas migrantes quedaron varadas en campamentos improvisados en la selva. La Organización Internacional de las Migraciones da cuenta de que más de la mitad de elles eran haitianes. A partir de la reapertura de las fronteras centroamericanas, a inicios de 2021, las movilidades se reactivaron y ahora en México, se exige a las personas migrantes que esperen un tiempo indeterminado hasta obtener respuestas de ventanillas cerradas y líneas telefónicas siempre ocupadas. La espera ha sido en efecto una forma de gobernar las migraciones en México, por lo menos desde 2019, cuando se decretó la contingencia migratoria que se convirtió en normalidad migratoria. Lo que pasa es que mientras se espera, une tiene que comer, trabajar, encontrar techo, atenderse y a sus hijes.
Y en eso confluyen las familias haitianas con las centroamericanas en el sur de este país tapón que México ha aceptado ser para Estados Unidos, y en el norte, además se les juntan las familias mexicanas desplazadas por las múltiples violencias en sus territorios hoy ocupados por cárteles mineros y aguacateros.
Hay toda una economía del despojo y del abuso que ha marcado nuestras regiones como para entender que esos éxodos, las migraciones mayores y menores, continúan y continuarán por mucho tiempo más. Por más que se militarice la gestión de la migración con miles de efectivos de la Guardia Nacional, los intentos de migrar y refugiarse donde la vida se pueda vivir no cesarán. Se requiere cuestionar toda la ingeniería estatal anti-inmigrante, racista y xenófoba que se ha levantado para detener a personas pobres y racializadas, cuyo proyecto migratorio no es otra cosa, en la mayoría de los casos, que un intento por salir y huir de unas condiciones de vida que rechazan, hacia horizontes de vida distintos. Es urgente discutir sobre todas esas violencias legales que hacen poco menos que imposible que las personas migrantes sean legalizades por el estado y protegidas de la explotación laboral y la violencia social generalizada.
Todos desean “papeles” y tranquilidad para iniciar una nueva vida, pero justamente vemos como los Estados, las leyes y las formas de cooperación entre países se han fijado como objetivo el detener a las personas migrantes y en ilegalizarlas. En Estados Unidos dice el gobierno: “quédate en México” y en este país parece que nuestra autoridades quisieran decir: “quédate en Guatemala”.
Así lo corrobora Viscarra de Chirla México en entrevista con nosotres, quien además resume con total nitidez las demandas de los caravaneros haitianos violentados, separados de sus hijes, deportados sin debido proceso judicial:
- Permitir la libre circulación de les migrantes y solicitantes de refugio por todo México, no confinarles a los cinturones del Sur/Sureste Mexicano.
- Permitir traslados de expedientes de solicitud de refugio a las ciudades donde las familias migrantes consigan asentarse con dignidad.
- Detener las deportaciones ilegales de migrantes y solicitantes de refugio, e incluso de personas que cuentan con tarjeta de visitante por razones humanitarias a Guatemala.
- Sancionar el cobro improcedente de trámites migratorios, los delitos y violaciones a derechos humanos por parte de funcionarios del INM que roban y agreden física, sexual y psicológicamente a las familias y personas detenidas en sus operativos y presas en los centros de detención (llamadas estaciones migratorias).
- Agilizar el proceso de petición de refugio por parte de la COMAR. Para este agosto, las citas para iniciar el trámite de refugio se están fijando para enero del 2022, lo que deja a las familias migrantes y desplazadas en completa indefensión, vulnerables a detención, deportación y expulsión a Guatemala.
Sus demandas interpelan a instituciones como la COMAR y al gobierno y sociedad mexicana en su conjunto. Como colectivo (In)Movilidad en las Américas y COVID-19, como investigadores de la movilidad humana, pero también como ciudadanes estamos asombrades, indignades, enojades y avergonzades frente a lo que está pasando y a las enormes contradicciones que esto representa para al actual gobierno. Este es un llamado a la sociedad a escuchar los testimonios de les refugiados que caminan en caravana por nuestro país frontera, a entender sus historias y a compartir sus sueños, a construir refugio entre y para todes. A pensar estrategias concretas para dar cuerpo y vida a un movimiento antiracista que ejerza una hospitalidad radical y haga saber a los partidos en el poder que la violencia y el racismo institucional arremetido contra nuestres hemanes latinoamericanes tiene un costo político concreto.
* Colectivo (In)Movilidad en las Américas y COVID-19. Noda México
Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM