Irma Erendira Sandoval
La vida y obra del Doctor Pablo González Casanova encumbra la labor humanística, académica y moral de uno de los más grandes intelectuales que ha tenido el país a lo largo de su historia y, sin lugar a duda, uno de los más grandes pensadores contemporáneos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Yo le debo al Doctor Pablo González Casanova el giro de 180 grados que dio mi vida al convertirme en "ceceachera". Don Pablo es el fundador de una de las instituciones que más han revolucionado la universidad y la enseñanza en nuestro país: el Colegio de Ciencias y Humanidades. Su utopía siempre ha sido que México sea un país más democrático, más culto y más justo. Cuando ingresé al Instituto de Investigaciones Sociales hace casi ya dos décadas, una de mis ilusiones más fuertes fue ir a visitar a Don Pablo y transmitirle los saludos de mi abuelo, otro Don Pablo que también pasó a la posteridad como un gran mexicano centenario; de mi padre, otro gran Don Pablo, abogado, sindicalista, universitario y politólogo con quien también coincidió en gestas históricas; y de la Dra. Sussane Jonas, amiga cercana de Don Pablo, quien había sido mi maestra y tutora en mis estudios de doctorado. Ha sido un honor tener la fortuna de ser una de sus más humildes colegas y admiradoras. Su arduo trabajo como sociólogo e intelectual, encabezando grandes proyectos transformadores, han tenido eco, y han inspirado proyectos similares en toda la región latinoamericana. Estos logros nos obligan a plasmar sus ideas para la posteridad, estudiar sus planes reformadores y aún más importante transformar nuestra realidad utilizando como guía sus grandes enseñanzas rumbo a la construcción de una sociedad más igualitaria y libertaria.