Pasos andados, pasos por caminar
Durante la pandemia, cuando se está caminando, entre la punta y el talón de uno y otro píes hay un espacio distinto. Ese es el tamaño del “paso”. Antes inadvertido, con el aislamiento, se le dan muchos significados y otros valores. Quizá, el más común sea la falta de pasos, la escasez del movimiento, la rigidez al caminar. Se nota cómo menos salidas, menos movimiento, hacen que el modo y la manera de andar sean más lentos. Los pasos andados son menos. Todavía se tiene la idea de tránsito recorrido, de viaje o travesía, de cursar un trayecto, seguir algún itinerario, alcanzar un destino, aunque ya cobran otros sentidos.
Si cualquier viaje supone algunos riesgos durante el trayecto, la reducción de los pasos que se pueden dar durante la pandemia, definitivamente hace que ya no se relacionen con ninguna aventura. Al contrario, la búsqueda de seguridad con la “sana distancia” impone una conciencia que advierte constantemente del peligro de contagio y entonces, de la posibilidad de muerte; y, si se quiere, dar valor a haber podido vivir la vida en donde fuera que uno se encontrara, hoy, andar por donde uno quiera significa estar dispuesta a “correr el riesgo”, quizá porque no hay más.
A cada paso se balancean junto con el cuerpo en movimiento, distintos grados de riesgo, desconocimiento, incertidumbre. Por lo que la exposición de que cualquiera es objeto al transitar de un lugar o de una situación a otros, supone situaciones, percepciones, emociones y sentimientos imprevistos. Estas características pueden definir de cierta manera lo que sucede por estar vivo porque todo lo que nos sucede es movimiento.
Cambios de lugar transforman los sentidos del ser que se adapta a cada condición, precisamente al dar el siguiente paso. Salud en la travesía, pulcritud en el tránsito de la vida a la muerte, transiciones del amor, coinciden en cuanto suponen alguna clase de riesgo. No sólo por cambios en las condiciones del entorno sino porque se ignora qué sigue. La idea de “Una sola Salud” adquiere sentido especialmente cuando se ve afectada la vida en su amplia cobertura natural y humana.
Salud compartida, vitalidad para todos. La salud pertenece a todo y a todes. Aunque con la pandemia las prácticas sean otras, lo que importa sigue siendo cuidar la vida, generar bienestar en las personas y hacerlo como es más conveniente, o sea, desde una lógica de la salud común. Si todavía se desconoce tal igualdad y libertad, no obsta para que esté por abrirse un nuevo modo de la salud en el encuentro con otros, consigo mismo, con cada uno y a cada paso. Estos pasos, durante la pandemia, ahora transcurren más claramente entre la vida, el amor y la muerte.
“Qué ya no quiero”
Como por lo general la invitación a la vida no se puede rechazar, atravesar por esta crisis de salud mundial es algo a lo que no le podemos decir “Ya no quiero”. Aquí estamos. Sin duda que la adaptación a las condiciones del distanciamiento impone otros haceres, sentires, pensares, nuevos sueños en otras condiciones del lugar y tiempo, en otras modalidades del encuentro común que fuera cotidiano.
La habituación conocida y las rutinas cambian. Como entran en juego otros cuerpos, distintas emociones, otras relaciones sociales y quizá nueva mentalidades, destacan otros sentidos del no, del rechazo y de la aceptación. El no, la negativa, la aceptación a la crisis por SARS-Covid-2 y sus variantes naturalizan los sentires: estrés, ansiedad, enojo, tristeza, miedo sorprenden de distintas maneras.
Y es que no se trata de cualquier amenaza, es un peligro real. Se puede notar la peculiaridad de la Pandemia en México que, si registra a mediados de enero de 2022, aproximadamente 4,360,000 contagios y 301,000 muertes1, el hecho es que el contagio por COVID-19 ha seguido un patrón de segregación social y geográfica afectando en mayor medida a los estratos que enfrentan condiciones de vida precarias, mayores tasas de obesidad, enfermedades crónicas e insalubridad y escasez de recursos.
Si en febrero de 2021, ya la tasa de muertes por Covid en México era la 15° más alta del mundo y “el epicentro más mortal de COVID-19 en América Latina” -con una tasa de muertes por Covid que subió a 59.2 por millón de personas-2, en la actualidad, en enero de 2022, otro indicador de la intensidad fatal de la pandemia en el país, muestra que del total de muertes esperadas (acumuladas), el porcentaje de exceso de muertes asociado a Covid-19, con respecto del número de defunciones observadas (acumuladas) a lo largo de 2021, fue superior en el 73.5%,3 alcanzando así uno de los niveles más altos de personas muertas en relación con las contagiadas del mundo.
¿Qué es distinto?
Mucho ha cambiado con la Pandemia. El “día a día” ya no se puede volver a concebir como regularidad porque prácticamente ha desaparecido con lo prolongado e incierto de la Pandemia. Además, se ven afectados hasta mínimos detalles de acomodo, incluso de alimentación y convivencia. La aclimatación a otras normas de control social, promovidas por los medios o, de otras maneras, autoimpuestas para quien ha sido posible aislarse, aplican criterios adaptativos ante la emergencia.
La negativa y el rechazo que eran tajantes, escasos y contundentes en la convivencia, por lo general siguen teniendo estos efectos, sólo que a medida que ha progresado la Pandemia se han tornado modos comunes de expresión. La sequedad en los rostros, la ausencia de sonrisas, la distancia, la falta de encuentro visual que hasta se rehúye se están volviendo reacciones frecuentes. Emergen otros referentes del mundo de relación, se notan y se amplía la aceptación de cambios en las normas de la relación social.
Es distinta la distancia y el acceso a la distancia, está cambiando el otro y el mundo de relación que, sin dejar de girar en torno del yo, le da otra cabida al común del colectivo, de los demás. adoptados y aceptados que se han vuelto reacios y más conscientes de lo que sí pueden y de lo que no. Cambia lo de ir afuera, simplemente salirse, transitar y caminar. Ir a otro lado provoca ansiedad.
Más que estar en el planeta, vivir con la Tierra. Por “Una sola Salud”
No solo es distinto el paso que se ha dado en el recorrido (des)conocido que deja de ser cotidiano, sino que el lugar acostumbrado deja de visitarse, ya no es el lugar donde encontrarse, ya no se reconoce por la coincidencia con otros. La salud común se ha vuelto un imperativo. Sin embargo, el mundo de relación que parece reducirse y distanciarse muy cerca del olvido, tampoco puede dejar de seguir presente.
Desigualdades y extremas diferencias sociales de la especie humana, afectan todos los reinos de la vida, reclamando “Una sola Salud”. La Pandemia ya resulta más que accidente del desarrollo capitalista, una fuerza contraria a la vida compartida. Si se ha creído vivir “en y encima” del planeta como si fuera una cosa ajena y extraña, cada vez es más claro que, si acaso, nuestra relación con el entorno es muy directamente una relación “con “la tierra que todo nutre y que todo ve circular, perecer, morir y renacer.
Cómo pretender que el virus es único, que la salud sólo se afecta por este pequeño patógeno, que las defensas sólo prosperan contra el ataque, que el resto de la vida involucrada social y naturalmente no existe. Sobre todo, cuando es evidente que la pandemia es más bien un accidente de la salud que su opuesto. En estas condiciones conocidas para todos, tiene mucho más sentido seguir el ideario de la propuesta por “Una sola Salud”.
Sanidad y lozanía, frescura y belleza, fortaleza, vigor, energía, vitalidad, alegría de vivir, que son maneras de la salud, son reivindicadas con la pandemia a través de maneras colectivas de trabajar en escalas mundiales y regionales. Es innegable que la urgencia de atención ha alentado formas de cooperación y solidaridad, que rebasan el monopolio de la salud de los Estados, por más que hayan sido motivo de vigilancia y de sospecha.
La Pandemia ha mostrado otro ejercicio del poder político y económico, quizá un neoliberalismo mucho más arbitrario y concentrado. Aun así, aunque aún no se esté listo para superar las asimetrías del presente; y aunque haya sido más por fuerza que por consciencia, la pandemia ha provocado otras respuestas sociales emergentes. Bajo la práctica de “Una sola Salud”, se procura relacionarse “con” la tierra y no solo vivir a expensas de la inequidad del aprovechamiento de su abundancia, se refuerzan cuidados, se adoptan medidas sanitarias populares, se alientan otras relaciones de ayuda y se inventan nuevas formas de colaboración que resultan de alta eficiencia.
1 Expansión/Datos macro.com (2022). “México registra 148 muertos por COVID-19 en la última jornada”, datosmacro.com, 13 de enero, p. 1. Disponible en https://datosmacro.expansion.com/otros/coronavirus/mexico.
2 Bloomberg/Andrea Navarro (2021). “México tiene la mayor tasa de mortalidad por COVID de América Latina; supera a Panamá y Perú. La tasa de muertes en México por COVID subió a 59.2 por millón de personas, de acuerdo con datos recabados por Bloomberg”, Periódico El Financiero, 9 de febrero. Disponible en https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/mexico-tiene-la-mayor-tasa-de-mortalidad-por-covid-de-america-latina/.
3 Secretaria de Salud (2022). “Exceso de tasas de mortalidad por todas las causas, durante la emergencia por Covid-19, México, 2020-2021” (Bases de datos actualizadas al 3 de enero de 2022), Boletín estadístico sobre el exceso de mortalidad en México, Gobierno de México. Disponible en https://coronavirus.gob.mx/exceso-de-mortalidad-en-mexico/.
Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM