Publicado en CIENCIA UANL / AÑO 22, No.94 marzo-abril 2019
Entrevista con el Dr. Omar García Ponce de León
Doctor en Sociología
Omar García Ponce de León es doctor en Sociología por la Universidad de Barcelona y tiene, además, una especialidad en Enfoque Centrado en la Persona, por el Instituto Gestalt. Ha hecho una estancia posdoctoral en la Universidad de Alberta y otras estancias de investigación en la Universidad Politécnica de Cataluña, en la Estatal de California, Stanislaus y en la UNAM. Desde 1997 es profesor-investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), donde también ha sido director general de Investigación y Posgrado, así como de Innovación y Transferencia de Conocimientos. Sus áreas de experiencia, tanto en investigación como en la extensión, están relacionadas con la transferencia de conocimientos, que no sólo estudia, sino que fomenta desde los distintos cargos académico-administrativos en los que ha estado, producción colectiva de conocimiento, prácticas académicas y formación docente. Es también un gran aficionado a la fotografía, lo que le ha ayudado a construir imágenes sociológicas de distintas realidades que van más allá de su campo de conocimiento.
M. ¿Cómo inicia su carrera de investigación en producción de conocimiento?
O. En realidad, escuché del asunto del conocimiento desde muy pequeño. Mi interés por el tema inicia desde la formación que tuve en casa de mis papás, donde siempre escuché términos como Guerra Fría, bombas atómicas, conflictos internacionales y otros que estimulaban el querer entender la sociedad en que vivía. Además, en la familia en la que me crie el viajar se vinculaba con entender la cultura de los lugares que visitábamos. Donde llegábamos lo hacíamos preparados sobre las cosas que veríamos. Cuando fuimos a Italia habíamos leído novelas sobre la historia de los romanos, o al llegar a España sabíamos de la construcción de la democracia en los ochenta. Era como mágico, entendíamos, por ejemplo, por qué los españoles centraban su atención en la democracia y el “destape” relacionado con la construcción de su libertad.
Otro aspecto fue la escuela. Asistía escuelas que propiciaban la lectura más allá de los textos que marcaba la SEP, lo que me permitió ir aprendiendo a sentir el conocimiento, a ver otras realidades a través de los libros, eso también fue despertando mi imaginación; así, por ejemplo, leí a Octavio Paz y El laberinto de la soledad o Aura de Carlos Fuentes, me encantó Jorge Ibarguengoitia a muy temprana edad. A ello se sumaba el fomento de actividades extracurriculares que me permitieron conocer México de otra manera.
Para elegir mi licenciatura me ayudaron mis padres acercándome a otros expertos, encontré las oportunidades de saber sobre distintas áreas del conocimiento para decantar mi vocación. Me acerqué a los veterinarios, a los sociólogos, conocí bibliotecas de distintas universidades, a lo que se sumó el acompañar a mi padre a las tres buenas librerías que había entonces.
En estas andanzas aprendí que el conocimiento es una riqueza para entender el mundo y la influencia de la filosofía que nos permite ver las bases de la ciencia, a mí me ha permitido ver cómo trabajar la epistemología-metodología sobre la realidad social. En este momento la filosofía me permite ver mis vacíos y cómo a pesar de mi doctorado éstos seguían ahí y había que resolverlos poco a poco. Me di cuenta, por ejemplo, de la importancia de la fenomenología para poder abordar cualquier investigación en ciencias sociales. También el existencialismo me ha impactado en cómo la gente problematiza sus vidas. Dedicarme a los asuntos vinculados al conocimiento está relacionado con mi historia de vida, donde lo que importaba es saber las raíces de mi familia, de mi sociedad, más allá de las modas pasajeras de las disciplinas. Vivir seis años en el extranjero me transformó de una manera existencial.
M. ¿Qué aporta la sociología a los temas de estudios del conocimiento, específicamente de carreras profesionales docentes?
O. Nunca me he sentido del todo sociólogo, me gusta más entender la forma en que se construye intersubjetivamente el conocimiento, a partir de la interacción con colegas de otras áreas, antropólogos que me permiten entender la cultura, o psicólogos que me ayudan a comprender relaciones socioemocionales que a veces condicionan tu investigación, en cosas tan sencillas como caerle bien a los que financian el proyecto, dado que a ellos no les importa qué sector o con qué categorías se investigue, simplemente les interesa si la investigación tendrá conexión o dará resultados en la sociedad. Entonces, la sociología es un medio para saber si las ideas de investigación pueden resultar o son viables en la sociedad; eso es lo que aporta.
Pienso que México, y en particular los investigadores mexicanos, son grandes productores de ideas, en todas las disciplinas, pero muy poco eficientes para desarrollarlas.
Las ideas que se lanzan no son retomadas por los gobiernos. Y esto tiene que ver con la forma en que construimos las universidades. Decía mi director de tesis que había que huir de la sociología de los codos, donde los que producimos ideas estamos desconectados de las instituciones en las que se toman decisiones, en lugar de ser intelectuales vinculados a la sociedad, donde quizá no todos (los científicos), pero alguno en la cadena de producción de ideas pueda llevar nuestras reflexiones al campo, a la realidad misma, cerca de las tomas de decisión, ya sea sobre violencia, inseguridad, política o de la misma ciencia. Éste no es un asunto menor, estamos ante un cambio de paradigma. Hay pues, a mi juicio, un divorcio entre conocimiento, sociedad y poder. Nos han enseñado que el conocimiento es algo ajeno a nuestra realidad, a nuestro vínculo con lo social. Las reglas con las que fuimos formados están siendo cambiadas por el gobierno, de ahí tendremos que hacernos ver en las redes sociales porque el mundo en que vivimos ya no nos permite seguir aislados en la torre de marfil de la universidad.
M. ¿Cuándo decide que además de investigar sobre la producción hay que fomentar su transferencia?
O. A lo largo de mis investigaciones he encontrado que la transferencia de conocimiento es un rompecabezas que se puede armar mejor desde las grandes universidades, cuya posición en la producción del conocimiento es superior. Ello porque algo que es muy importante para la producción de conocimiento es estar instalado en las carreteras de desarrollo económico, donde existen los mercados grandes. A las pequeñas universidades les cuesta más instalarse en la carrera de la producción del conocimiento. Estos circuitos de conocimiento se ubican en todos los países, por ejemplo, en EE.UU. están en la costa este y oeste, alrededor se forman núcleos fuertes en producción científica y de conocimiento aplicado, además de que tienen mucho movimiento de ferrocarriles, transporte que conecta estos núcleos con el resto del país y el mundo. Son ejemplos claros el MIT de Massachussets, Stanford, UCLA y Berkeley en California. En México, los núcleos de desarrollo están en el norte y en el centro, en universidades como la UNAM, la UAM, el IPN, la UANL, la UdeG. Como contraejemplo están las universidades del sur, que difícilmente tienen la legitimidad para interpelar decisiones políticas sobre innovación o de desarrollo de grandes infraestructuras. Su capacidad para la innovación es mínima porque las vías de comunicación y de desarrollo de mercados son deficientes, son zonas altamente burocratizadas, zonas de desigualdad social acentuada.
En cuanto a los conocimientos, pienso que por mucho que estemos a favor o en contra de éstos, desaparecen cuando dejan de ser prácticos, independientemente de la protección o el desdén que pueda existir hacia ellos. El conocimiento científico dice cosas que pueden no gustar, pero seguir viviendo a sus espaldas lo único que provoca es el desvío de recursos, pérdida de credibilidad y atraso. Los jóvenes y las propias universidades tienen que construir puentes dentro de la comunidad y hacia la sociedad. Un investigador es un medio, no un fin; un investigador no puede asumirse como el salvador del mundo porque sólo puede hacer lo que está en sus manos: contar con un conocimiento especializado basado en estrategias lógicas y legitimidas por grupos nacionales e internacionales.
M. ¿Cómo construyó la red para analizar y fomentar la producción de conocimiento?
O. Una parte es intuitiva, uno ve sus carencias y sabe a quién hay que acercarse. En mi caso me pegué al inteligente y al disciplinado. Esto me ha ayudado en mi desarrollo profesional. Por ejemplo, tuve una estudiante de hace muchos años que ahora es mi colega, me muestra cómo mejorar las asesorías de tesis. También es importante cierto nivel de humildad, esto lo aprendí de mis asesores académicos y de mi familia. Por otro lado, hay que buscar a las personas colocadas en ámbitos de la ciencia nacional e internacional, porque uno en una universidad pequeña a veces está descolocado y hay que hacerse de contactos en la UNAM o en universidades científicas del país para contar con apoyos, por ejemplo, acceder a bases de datos. En mi Universidad, varios colegas usan las bases de datos de la UNAM o la organización de los institutos de esta Universidad para poder sacar un artículo o para usar tecnología que difícilmente se encuentra en una universidad con pocos recursos. Pertenecemos a una ciencia periférica producto de políticas públicas de corto plazo. Eso muestra que en México todavía no hay una idea clara de proyecto de nación.
M. ¿Cómo se nutre la investigación científica de la transferencia de tecnología y conocimientos?
O. Un profesor de una universidad inglesa me enseñó que sólo puedo resolver lo que está en mis manos, lo cercano. A veces se piensa en grandes proyectos que por muy académicamente elegantes que sean superan nuestras capacidades y recursos. La interconexión con el mundo nos permite observar problemas y soluciones en otros lugares de la tierra. Sin embargo, muchos de nuestros centros de I-D están aislados. Por otro lado, los científicos no pueden llevar sus soluciones al mercado porque tienen una gran cantidad de cosas que hacer. Entre otras, seguir investigando. En Israel la ciencia se organiza en función de las necesidades sociales. Ahí aprendí que los investigadores de cualquier universidad desarrollan diversos tipos de conocimiento, básicos o aplicados, pero hay un grupo de investigadores formados en innovación que busca la manera de que algunos de los conocimientos desarrollados en la institución pueden traducirse en algo pragmático, para solucionar problemas vinculados a asuntos como la alimentación o las energías limpias, debido a la escasez de petróleo. Tienen políticas específicas sobre salud para la población a las que se les otorgan recursos para desarrollo científico y tecnológico.
M. ¿Cuál es el reto más grande para que los investigadores quieran participar en la transferencia de conocimiento?
O. Crear cadenas de transferencia de conocimiento. Un investigador no puede convertirse en un comerciante de sus investigaciones (al menos en su mayoría). Tiene que encontrar profesionales que hagan puentes para transferir sus hallazgos de conocimientos científicos a herramientas útiles al interior de una cadena de valor. Para ello se necesita recurrir a la administración de la tecnología, donde el gestor se conecta con el científico que desarrolla el conocimiento, aprendiendo cómo de éste se puede desarrollar un producto o proceso. El reto es la organización y la profesionalización. Dentro de la organización se necesita contar con los expertos específicos para administrar cierto tipo de conocimiento y que sepan vincularse con otros colectivos, por ejemplo, con los empresarios. En pocas palabras, se debe tener un sentido de ecosistema del conocimiento.
Se necesita además una muy buena organización con especialistas que forman parte de ese ecosistema de conocimiento. La burocratización es su peor enemigo.
M. ¿Qué le ha dado la UAEM y qué le ha dado el doctor García a esta institución?
O. Cualquier universidad a la que ingreses te da las bondades de espacio y tiempo. Son instituciones muy generosas, de lo que estoy muy agradecido. Tengo colegas brillantes, muy inteligentes, me gusten o no, estar cerca de ellos es aprender y sumar. Sin embargo, si volviera el tiempo atrás, no sé si volvería a trabajar en una institución que desprotege e incluso persigue: hay asuntos que dificultan el desarrollo académico, cosas tan simples como una biblioteca bien equipada. Respecto a la academia y la producción de conocimiento, estas universidades se han vuelto altamente burocratizadas y politizadas. Todo lo contrario a una universidad moderna y científica. Pueden tratarte como un delincuente por una factura. Los gobiernos estatales también se han alejado de las universidades, lo cual es otra dificultad para los investigadores, esto ha empobrecido a las Universidades estatales que deberían tener una labor en la generación de conocimiento social bastante fuerte.
Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM