El Movimiento de Liberación Homosexual en México. Parte I: Antecedentes y surgimiento

Publicado el 18 de junio en Movimientos e instituciones

El Movimiento de Liberación Homosexual (MLH) es uno de esos movimientos sociales que surgieron en México a fines de la década de los setenta en condiciones muy particulares: con un partido gobernante cerrado a la interlocución de temas de carácter moral y derechos, y en el contexto del crecimiento de grupos de izquierda y movimientos sociales independientes. El MLH debe al momento político su emergencia, aunque también a un pequeño conjunto de agrupaciones ocultas que fueron resignificando el sentido de la homosexualidad en los futuros activistas.

Ante la incredulidad hacia este movimiento, la tarea que desempeñaron los activistas homosexuales fue cimbrar las conciencias sobre la exclusión y represión que padecían los homosexuales. En menos de tres años el movimiento logró pasar de las calles a las boletas electorales. Sin embargo, el movimiento, de impronta de izquierda, tuvo dificultades para afrontar algunos éxitos, anteponiéndose el liderazgo exacerbado, los conflictos ideológicos y la dominación de lo homosexual masculino frente a otras expresiones sexuales.

A la crisis del MLH se le sumó la aparición del VIH: la liberación homosexual cedió su paso a la atención y prevención de los enfermos por la pandemia en un marco de estigmatización en donde se articuló a la homosexualidad con la enfermedad. En una lucha contra mare, la ‘deshomosexualización de la enfermedad’ condujo a la desaparición del movimiento de liberación homosexual, marcando un impase en la trayectoria del movimiento de diversidad sexual. La reconstrucción de este periodo forma parte de una síntesis de mi tesis doctoral.

Antecedentes

El antecedente del MLH era un reducido número de agrupaciones ocultas que tenían como objetivo discutir el sentido de la homosexualidad de manera separada a las interpretaciones sociales del deseo homoerótico de la época. En la década de los setentas, momento en el que emergen estas organizaciones, la homosexualidad era considerada una enfermedad psiquiátrica, un delito que promovía un vicio (perseguido aunque no penalizado) y perversión o desviación del comportamiento sexual ‘natural’ heterosexual. A partir de los contactos entre los promotores de estas agrupaciones secretas con los movimientos homosexuales europeos y estadounidenses, en México se impulsó la auto-aceptación del deseo no heterosexual. Utilizando el método terapéutico del awearness se promovía una forma de entender la homosexualidad de manera personal como un acto de conciencia respecto al placer y el deseo por el mismo sexo. Sin embargo, la naturaleza de los grupos hacía que sus acciones tuvieran un alcance restringido a sus participantes.

Estas agrupaciones se mantenían ocultas debido a la hostilidad del entorno al que estaban expuestas. Estaban conformadas por personas que eran excluidas socialmente como consecuencia de la manera en la que se construía socialmente el deseo sexual. Las personas que manifestaban mediante su cuerpo y en la práctica social el deseo discordante con la heterosexualidad eran objeto de rechazo, marginación, exclusión y de todas las manifestaciones de odio dirigidas a la homosexualidad. La secrecía garantizaba un proceso personal, terapéutico y privado en que no se involucraba el trabajo, la familia o el conjunto del entorno social de los individuos. Por otro lado, el ocultamiento de las agrupaciones se fundaba primordialmente en las condiciones del entorno político de carácter autoritario y represivo. En el momento en el que estos grupos secretos se conformaron por jóvenes universitarios de clase media, se convirtieron en blancos de ataque de las fuerzas de seguridad y objeto de espionaje de sus actividades.

El trabajo que desarrollaban estas agrupaciones, mediante el proceso de reconocimiento personal del deseo, se articulaba con el comportamiento ‘decente’ de sus miembros en la vida cotidiana con la finalidad de aspirar hacia la tolerancia en sus círculos sociales cercanos. Con la intención de conseguir aceptación social, se pretendía redimir el estigma social vinculado con una enfermedad, vicio o delito, demostrado las virtudes de las personas homosexuales. Aunque esta era una vocación que se impulsaba entre los miembros de las agrupaciones, la autoconciencia permitió que se propusieran ir más allá de un proceso personal para involucrar un proceso social de cambio sobre la forma de entender la sexualidad. Algunos de los participantes en estas agrupaciones comenzaron a sembrar una crítica al conjunto de construcciones culturales respecto a la sexualidad.

El surgimiento del MLH

Las reformas al régimen político de la segunda mitad de los años setenta abrieron un resquicio a la participación política de grupos opositores al régimen. En la época también estaban surgiendo diferentes movimientos sociales, como el sindical independiente, feminista y urbano popular. Este contexto de cambio devenía, entre otras cosas, de las inconformidades manifiestas a fines de la década de los sesenta; de la radicalización de algunos grupos trasformados en guerrilla, el inicio de la caída de los regímenes autoritarios latinoamericanos y la sucesiva ola de crisis económicas vinculada a la mala administración petrolera. En su conjunto, estos factores crearon condiciones favorables para la emergencia del movimiento homosexual.

La primera expresión pública del MLH ocurrió en el seno de los movimientos de protesta de la época. Un grupo abiertamente homosexual se sumó a la Marcha del 2 de octubre de 1978 –en conmemoración a la masacre estudiantil ocurrida diez años atrás en la plaza de Tlatelolco–, en la cual participaban diferentes sectores opositores y críticos al régimen. A propios y extraños, les pareció sumamente inusual que existiera un grupo homosexual politizado que se sumaba como un nuevo sector a la marcha conmemorativa. Ante el poco entendimiento de las motivaciones de los movilizados, existió una aceptación que en realidad se traducía en desconfianza, desinterés y desestimación de la importancia de sus demandas.

Esta primera expresión del MLH, además de presentar un problema social en la esfera pública, surgió con la intención de tener reconocimiento en los movimientos sociales de la época; tarea nada fácil debido a que el rechazo social de la homosexualidad permeaba a toda la sociedad, a pesar de que los sectores movilizados tuvieran un carácter progresista. Para algunos sectores de izquierda, por ejemplo, la homosexualidad era considerada un ‘acto burgués.’ En un primer momento algunas feministas rechazaron integrar a las lesbianas en su movimiento porque las tildarían de ‘machorras’ (Martínez 2015; Mogrovejo 2000). Además, las demandas de carácter simbólico tenían poca resonancia con las demandas políticas y materiales de los movimientos de la época, aunque la represión y la exclusión social realmente hicieron eco en los movilizados.

Por otra parte, resultó central para la emergencia del movimiento que un buen conjunto de activistas, sino es que todos ellos, habían formado y formaban parte de los movimientos de aquel momento: sindical, feminista, urbano popular y estudiantil. Algunos habían participado en el movimiento estudiantil de 1968, otros se encontraban en las filas del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), mientras que algunas mujeres participaban en el movimiento de mujeres. Al reconocerse la emergencia de las agrupaciones y el trabajo que éstas realizaron en los movimientos y partidos de izquierda se fue reconociendo la legitimidad del movimiento.

La liberación homosexual y la apropiación de los repertorios de acción

El proyecto ideológico del movimiento se ancló, por una parte, en una mixtura entre el ideario de liberación homosexual anglosajón y, por otra, en el cambio político que era una motivación común entre los movimientos de la época. El ideario liberacionista plantea que las instituciones sociales están asociadas al constreñimiento y control de la vida sexual de las personas. Sus promotores plantean que la comprensión de sexualidad tenía el poder de transformar a la sociedad. Los liberacionistas utilizando el marxismo y el sicoanálisis de Freud, argumentan la necesidad de una gran libertad y expresión sexual como un prerrequisito para una reforma social radical (Richardson y Seidman 2002). En términos generales, el planteamiento se sintetiza en liberar a la humanidad mediante un cambio social en las conciencias en torno a la sexualidad (Giddens 1995).

En este sentido, el punto de partida discursivo del MLH, en el contexto mexicano, apuntaba a la trasformación política que tendría efectos en la trasformación social, particularmente en la manera de entender la sexualidad; un proyecto de un sector emergente –el de los homosexuales– que se dirigía a su inserción en un gran proyecto de cambio político y social reflejado en el resto de los movimientos autónomos y críticos de la época.

En un corto plazo, el MLH se enfocó en visibilizar los problemas de exclusión de las personas que tenían preferencias sexuales diferentes a las heterosexuales. Los esfuerzos se centraron en modificar las categorías sociales vinculadas con la homosexualidad, enviando misivas a políticos, medios de comunicación y miembros de la jerarquía católica y reaccionando ante los actos de discriminación y exclusión social. Además, se demandaba la eliminación de los actos policiacos que implicaban extorsiones, aprensiones injustificadas y ‘razzias’ (intervenciones y aprensiones ilegales en reuniones, eventos y fiestas realizadas por los grupos).

La concordancia de los activistas homosexuales con los movimientos de la época, y la necesidad de acciones inmediatas, condujeron a una rápida apropiación y adecuación de los repertorios tácticos y estratégicos de los movimientos de izquierda. Un año después de que se hace pública la primera agrupación en la manifestación del 2 de octubre se convoca a la primera Marcha Nacional Homosexual que demandaba la liberación homosexual y fin a la represión policial. El carácter político de las marchas se articula con la convocatoria de las agrupaciones políticas de izquierda a participar en las manifestaciones homosexuales. Las organizaciones del movimiento consistían en grupos que difícilmente tenían la oportunidad de conformarse como asociaciones civiles o políticas reconocidas por el gobierno −o legalmente constituidas−, debido al cierre a la participación ciudadana. Por otro lado, para coordinar a los grupos se formó el Consejo General Homosexual en resonancia a los consejos generales de huelga de los movimientos de la época. Es importante destacar que el conocimiento, o al menos su enunciación, de las ideas marxistas, trotskistas y leninistas eran requeridos para la militancia en las agrupaciones.

Bibliografía

Giddens, A. 1995. La transformación de la intimidad: sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. México: Cátedra.

Martínez, C. 2015. La institucionalización del movimiento lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, y travestí en la Ciudad de México (1979-2014). Tesis doctoral. México: FLACSO-México.

Mogrovejo, N. 2000. Un amor que se atrevió a decir su nombre: la lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina. México: Plaza y Valdés.

Richardson, D. y Seidman, S., eds. 2002. Handbook of Lesbian and Gay Studies. London: Sage.

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