La migración de actividades cara a cara al espacio digital ha sido, para muchos, la alternativa que ha permitido la continuidad de nuestras vidas y cotidianidades en tiempos de pandemia. Desafortunadamente, para algunos sectores de la población esta realidad privilegiada no les fue posible, entre otras razones, porque sus quehaceres precisan de la interacción presencial con más gente, por lo que no tuvieron oportunidad para decidir entre cuidarse, quedándose en casa, o correr el riesgo y salir a trabajar. En general, en México la tasa de desempleo ha aumentado durante la pandemia —para junio de 2021, el Inegi reportó 2.3 millones de personas sin empleo, equivalente a una tasa de 4% de la población económicamente activa (PEA)— (Animal Político, 2021). En casos específicos, como el de los artistas independientes, sus fuentes de ingreso se cerraron. Teatros, galerías, estudios, auditorios, se sumaron a los espacios de actividades no esenciales. Ante esta realidad la única alternativa ha sido reinventarse.
En Xalapa, la Facultad de Artes de la Universidad Veracruzana ha dado cobijo, durante décadas, a jóvenes que buscan formarse en diversas disciplinas artísticas, lo que ha devenido para la ciudad en una variada y extensa oferta artística y cultural, a la que, en tiempos prepandemia, era posible acceder durante todo el año.
Buscando qué y cómo retratar en una postal parte de la dinámica de la ciudad en los tiempos disruptivos que estamos viviendo, pensé que capturar el paisaje sonoro de la céntrica calle Enríquez, que acompaña día a día a los transeúntes que caminan por el corazón de Xalapa, podría ser un buen pretexto para cuestionarnos qué ha pasado con el sector de artistas independientes que hacen parte de la escena cultural de la ciudad y, a la vez, observar cómo es la vida en el centro de la capital del estado durante la pandemia provocada por la Covid-19.
Desde antes del 21 de marzo de 2020 —cuando se declara la Jornada Nacional de Sana Distancia en todo el país—, una mixtura de imágenes y sonidos llenaban de vida las tres cuadras que conforman la calle Juan de la Luz Enríquez, en donde se ubican el palacio de gobierno del estado de Veracruz, la catedral, el palacio municipal, el parque Juárez, la plaza Regina y una serie de comercios y servicios financieros, que hacen a esta zona, un lugar muy transitado. Desde tempranas horas, hasta llegada la noche, las aceras eran —y aún son— reapropiadas por músicos, estatuas vivientes y artesanos que ofrecen diversos productos. En este espacio conviven el bullicio de los automóviles y autobuses del transporte púbico con el murmullo de la gente, el percutir de unas marimbas o el resonar de alguna jarana, guitarra y otros instrumentos que, de vez en vez, se entremezclan con el silbido de un agente de tránsito y el sonido del semáforo peatonal.
La postal que aquí presento, la grabé después de varios intentos y recorridos que hice por esta calle en distintos días y horarios; antes de salir de casa a hacer el ejercicio de observación del espacio público, creí saber qué buscaba: músicos ambulantes. Así, el primer día, con mucha discreción, o más bien timidez, grabé a la distancia a los marimberos de la esquina de la calle Leandro Valle —pues me parecía muy invasivo situarme cerca de ellos y grabarlos sin su autorización—, insatisfecha con la toma, volví dos días después. Sin encontrar la manera de obtener la imagen deseada, aquella tarde terminé grabando a los 400 pueblos manifestándose frente al palacio de gobierno.
Inconforme otra vez con lo logrado, volví la noche del 6 de abril de 2021. Caminé la calle Enríquez de ida y vuelta esperando la llegada de los músicos. Aquel martes por la noche, simplemente no llegaron. Sin embargo, llamaba la atención un joven sobre la acera con cámara en mano y junto a él, una lámpara y una cartulina que versaba: “Fotos bonitas a 7 pesos”. Era imposible pasarlo desapercibido. Me detuve, me senté en una banca muy cerca de su instalación y lo observé durante algunos minutos.
Recargado en un pilar —afuera de una zapatería ya cerrada porque pasaban de las 20:00 horas— con paciencia, en silencio y expectante, el fotógrafo miraba a los transeúntes. Su presencia y la forma en la que nos ofrecía su trabajo —por medio de un cartelón— despertaron mi curiosidad y una serie de preguntas: ¿quién es él?, ¿desde cuándo ocupa este lugar?, ¿qué hacía antes de la pandemia?, ¿la gente se detiene a tomarse una foto bonita? En fin, me cuestionaba lo redituable de su labor en ese lugar, lo expuesto que estaba con su equipo de trabajo y las razones que lo habían llevado a trasladar una especie de estudio fotográfico a la calle en plena pandemia.
Afortunadamente y para mi sorpresa, el estudio que tenía como set una noche despejada y cálida de primavera, llamaba la atención de los transeúntes y algunos se detenían, preguntaban algo al fotógrafo, posaban para su cámara, y finalmente pagaban su foto y seguían su camino. Esto pasó un par de veces antes de decidirme grabar la escena. Así, en una especie de metapostal, desde donde estaba observando sostuve mi Tablet de la manera más estable posible y capturé durante 10 minutos lo que sucedía; de ahí he seleccionado los cinco minutos que aquí comparto.
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Aquel martes de abril, estábamos en periodo vacacional de Semana Santa, con el semáforo epidemiológico en naranja, no obstante, gran parte de la ciudad estaba funcionando con “normalidad”. En realidad, el confinamiento en Xalapa fue palpable solo al inicio de la pandemia —y por poco tiempo—, cuando el miedo y la incertidumbre nos mantuvieron en casa de manera “voluntaria”, pues nunca hubo en el estado de Veracruz ninguna restricción que impidiera la movilidad de las personas —como sí sucedió en Mérida y en Copiapó, en donde se vivió, y viven aún, en toques de queda, según cuentan respectivamente César Quintal y José Andrés Villaroel en sus postales. Esta situación no restrictiva por parte de las autoridades ayuda a comprender el dinamismo del centro de la ciudad en tiempos de pandemia que se observa y escucha en esta postal.
Sin embargo, de la misma manera en la que no hubo restricciones para la movilidad, tampoco hubo un plan emergente por parte de los gobiernos municipal o estatal para atender los efectos económicos en la población derivados de la pandemia. Y aunque para el caso del sector artístico y cultural se hayan lanzado convocatorias desde la Secretaría de Cultura de Veracruz y otras entidades gubernamentales —como #NosVemosPronto—, estas no atienden ni resuelven la situación de desempleo —a corto, y mucho menos a mediano y largo plazo— en la que se encuentran muchos artistas independientes después de un año y más de contingencia.
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Para quienes hacen música, teatro, incluso danza, la pantalla les ha permitido reinventarse y continuar con sus labores profesionales, han aprendido a usar y explotar diversas plataformas —preparan conciertos y obras de teatro online, imparten talleres a distancia, entre otras actividades. Esta experiencia de apropiación social de las TIC ha representado una serie de retos, que van desde la accesibilidad hasta el aprendizaje de herramientas tecnológicas para quienes no son nativos digitales, retos que, una vez superados, desvanecen las fronteras de las brechas digitales, principalmente aquellas que tienen que ver con la “competencia y capacidades requeridas para el uso significativo de dichas herramientas” (Alva, 2015: 278).
Pero ¿qué ha sucedido con quienes, por la naturaleza de su disciplina, la vida online no fue una ventana para sobrellevar la pandemia? Ante el cierre de sus espacios de expresión y la poca o nula demanda de su trabajo, para muchos de ellos la reapropiación del espacio público fue la opción, a pesar de la contradicción que representa el ocupar la calle en tiempos de pandemia. Cierto es que, desde siempre, los artistas ambulantes, principalmente músicos, han sido parte del paisaje sonoro y cotidiano del centro de Xalapa y de otras ciudades, sin embargo, el caso de esta postal en movimiento nos acerca a una realidad de crisis que viven muchos creadores de arte actualmente.
Por lo pronto, y mientras los tiempos pandémicos se aplacen, el fotógrafo que hace “fotos bonitas por 7 pesos”, suma al paisaje de la calle Enríquez el “clic” de su cámara, y el “1, 2, 3, ¡sonrían!” …y con estas sonrisas resiste y alimenta su esperanza por tiempos mejores.
Alva de Selva, Alma Rosa (2015). Los nuevos rostros de la desigualdad en el siglo XXI: la brecha digital. Revista Mexicana en Ciencias Políticas y Sociales. LX (223): 265-285.
Animal Político (2021). “Hay 2.3 de millones de personas sin trabajo y 30.5 trabajan en la informalidad: Inegi”, 26 de junio. Disponible en https://www.animalpolitico.com/2021/07/tasa-desempleo-mexico-baja-4-por-ciento-en-junio-inegi/
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