La importancia de la familia en las decisiones vocacionales tempranas

¿Mis dificultades académicas se relacionaron con mi condición de mujer?

Tuve la suerte de nacer en una familia en la que se valoraba el conocimiento. Mi madre y mi padre habían tenido la oportunidad de estudiar y tenían muy claro que sus hijas (no tuve hermanos) debían hacerlo y, de ser posible, superar su nivel de escolaridad. Con el tiempo pude apreciar que eso significaba una gran diferencia con muchas compañeras de la primaria o la secundaria que no tuvieron la misma suerte y, por tanto, sus trayectorias de vida fueron muy distintas a la mía.

Asistí a escuelas en las que era muy importante ser buen estudiante. A pesar de que en la prepa yo advertía grandes diferencias socioeconómicas en el alumnado, lo que realmente despertaba admiración y generaba respeto era si te iba bien en Matemáticas, Física y Química, no si tenías tal o cual coche, dónde vivías o dónde vacacionabas.

Mi ingreso a la Facultad de Ciencias representó un cambio radical, no sólo por encontrar un ambiente totalmente novedoso y distinto del que yo venía, sino también por mi apellido. Tanto mi padre como dos de sus hermanos fueron matemáticos, lo mismo que algunos primos. Uno podría pensar que eso me podría haber facilitado el tránsito por la carrera que yo elegí en total libertad, pero no; la presión que yo sentía por no defraudar a mi familia superaba en mucho la proveniente de que no éramos tantas mujeres en la matrícula total de la Facultad (salvo por las estudiantes de Biología que nos superaban en número a las de las otras tres carreras que en ese entonces se impartían).

Continué mi educación en el extranjero y los mayores obstáculos que enfrenté, particularmente durante el primer año de la Maestría, se relacionaban con mi falta de dominio del idiolma. Destiné mañanas, tardes y noches del primer semestre a estudiar, diccionario en mano. Una vez que fui ampliando mi vocabulario y mejorando mi redacción, pude comprobar que la formación que yo llevaba era muy buena y mi rendimiento escolar mejoró. De tanto estudiar, no tuve oportunidad de percibir si era yo sujeta de algún tipo de discriminación de género, así que concluí mis estudios con gran alegría y satisfacción, lo que me permitió regresar a México y trabajar en proyectos con fuertes tintes académicos dentro del sector público.

El Doctorado lo inicié años después y, pese a que no éramos tantas las mujeres en el programa que cursé, siempre me sentí muy bienvenida y apreciada, tanto académica como socialmente. Con la facilidad de poder expresarme en otro idioma, fue relativamente fácil integrarme a grupos de discusión e investigación. Mi tesis fue dirigida por un doctor originario de Sri Lanka, así que además de compartir bibliografía, con frecuencia fui invitada a convivir con su familia, lo que fortaleció una relación de amistad que perdura hasta nuestros días.

Quizás la mayor dificultad que he enfrentado en mi trayectoria profesional ha sido la interacción con colegas de otras disciplinas, que tienen otras miradas y formas distintas de abordar problemas de investigación, más allá de las diferencias de edad o de identidad sexo genérica. Aún así, me considero muy afortunada por haber elegido la academia como forma de vida y sumamente agradecida con todas y todos quienes me ayudaron a lograrlo.

#11F

Contenidos creados por la comunidad académica del IIS-UNAM en el marco del Día Internacional de las Mujeres, Jóvenes y Niñas

Judith Zubieta García

Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

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