A pesar de que les proporciona estabilidad económica a los campesinos, el monocultivo de la palma también ha generado problemas socioambientales en la zona
De unos años para acá el paisaje de la región de Tulijá, en el norte de Chiapas, ha cambiado de manera radical. Bosques, potreros y campos de maíz han sido sustituidos por palmas de aceite, las cuales se extienden cada vez más. Los cambios que esto ha traído a las comunidades campesinas de la región son profundos y plantean la pregunta de si la adopción de este nuevo cultivo en el Norte de Chiapas es una ¿alternativa productiva o callejón sin salida?
Un poco de contexto
A decir de Antonio Castellanos Navarrete, investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinares Sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cultivo de la palma de aceite se ha vuelto cada vez más importante a nivel mundial, utilizándose por igual para producir aceite vegetal o para generar biocombustible.
“Casi todos los productos, si no todos los productos del supermercado, tienen palma de aceite”, afirmó el investigador, y añadió que, actualmente la región del mundo donde más se produce la palma de aceite es el sureste asiático, sin embargo, en las últimas décadas este cultivo ha crecido mucho en la región de Latinoamérica. Debido a su importancia actual, países como Colombia, Brasil, Ecuador o México decidieron comenzar a promover su producción, por medio de apoyos a pequeños, medianos o grandes productores.
El caso de México
En el caso de México, la palma de aceite es un cultivo más o menos reciente y que en los últimos años se concentra principalmente en regiones de Chiapas, Campeche y Tabasco. En cada una de esas regiones la producción palmífera se da dentro de contextos agrarios particulares, los cuales responden a la historia de cada región, expresó Castellanos Navarrete.
En este sentido, existen zonas como los municipios de Marqués y Benemérito, en el estado de Chiapas, donde las colonizaciones de la década de los setentas favorecieron una mayor presencia de grandes plantaciones de palma ejidales, mientras que, en zonas como el norte de Chiapas, la ausencia de un fuerte movimiento de reparto agrario favoreció la creación de plantaciones privadas y pequeñas parcelas comunales, afirmó el investigador.
Una vida alrededor de la palma de aceite
Sin lugar a dudas la introducción de la palma de aceite ocurrida en las últimas décadas, transformó la vida de las comunidades de agricultores del norte de Chiapas. Según la investigadora Cristina de la Vega-Leinert, de la Universidad de Greifswald, este cultivo se ha vuelto un elemento omnipresente en el paisaje, la economía, el ritmo de vida, la identidad y el imaginario de las comunidades del valle de Tulija.
Los datos obtenidos a través de entrevistas, archivos históricos y mapeos, mostraron un crecimiento acelerado de la superficie que en los alrededores de San Juan Tulijá se dedica a la plantación de la palma desde 2019, afirmó la académica.
Los pobladores señalan que la palma se adapta mejor a las tierras cercanas al río y además constituye un ingreso más seguro que otros cultivos más tradicionales como la milpa, expresó de la Vega-Leinert, y agregó que, la producción palmífera también ha conllevado problemas como el abuso de los agricultores por parte de intermediarios y compañías extractoras, el uso de químicos dañinos para la salud o una creciente dependencia a los alimentos producidos fuera de la región.
La investigación presentada por Antonio Castellanos Navarrete y Cristina de la Vega-Leinert plantea por demás la importante necesidad de regular un sector en expansión, limitando y sancionando sus impactos negativos, de manera que una alternativa productiva no se convierta en un callejón sin salida.
La conferencia “El cultivo de la palma de aceite en tierras ejidales del Norte de Chiapas: ¿alternativa productiva o callejón sin salida?” tuvo lugar el 4 de octubre en el marco del seminario “Ecología Política y Estudios Socioambientales”, coordinado por Elena Lazos Chavero, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, Leticia Durand, investigadora del CRIM-UNAM, Fernanda Figueroa, profesora en la Facultad de Ciencias de la UNAM y Patricia Ávila, investigadora del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM.
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Técnico Académico del Departamento de Difusión del IIS-UNAM | alberto.trejo@sociales.unam.mx