El purgatorio
La juventud no está en la agenda pública y sólo aparece siempre de manera coyuntural.
El miércoles pasado participé en la inauguración de un Foro: “Juventudes y nuevos liderazgos para combatir la corrupción y la impunidad”, realizado en el auditorio del Instituto de Investigaciones Sociales (IISUNAM).
La coordinadora general del Foro fue Irma Eréndira Sandoval, ex Secretaria de la Función Pública —investigadora del IISUNAM— al lado de otros colegas.
El objetivo fue discutir y analizar la corrupción, la impunidad y la rendición de cuentas desde la visión de las juventudes mexicanas.
Me hizo recordar los primeros años del Circo Volador.
Circo Volador es un proyecto de investigación para trabajar con los jóvenes, en un clima de violencia creciente en la CDMX, en 1987… Dos años después del terremoto de 1985.
Trabajamos en la calle con ellos. Utilizamos muchas técnicas y metodologías para buscar objetivos comunes.
Tuvimos —en ese tiempo— un programa de radio en el 105.7 de FM, “Sólo para Bandas”, con el que conseguimos una amplia participación de los chavos de toda la Zona Metropolitana.
Después de 7 años (1994), logramos unir una serie de propuestas hechas por los jóvenes, con sus ideas, sus sentimientos y objetivos, y cada vez que los convocábamos a encontrarnos, parecíamos una marcha de oposición contra AMLO.
Con facilidad llegábamos a reunir 3 ó 4 mil jóvenes —sin quererlo— y nos convertimos para la ciudad en un “Problema de Seguridad”.
“¿Para qué juntan a miles de pandilleros?”, preguntaban los policías.
Por eso, necesitábamos un espacio distinto. Un lugar nuevo, cercano a los jóvenes.
La Secretaría de Desarrollo Social del DDF (Departamento del Distrito federal), nos dio una lista de lugares —del gobierno de la ciudad— para seleccionar uno como sitio de reunión.
Había casas, edificios, tiendas de la CONASUPO y del DDF, bodegas, cines y muchos más.
Nos gustó uno en especial: el Cine Francisco Villa (“El Panchotas”), con 15 años de abandono, atrás del mercado de Jamaica, con graves problemas de violencia.
El estado del cine era ruinoso. Había hoyos en el techo. No tenía luz ni agua. Paredes destrozadas. Un sótano inundado. Era un lugar de robos frecuentes. Y —además— era refugio y casa para los vagos y mal vivientes de la zona.
Por si fuera poco, en 1994, cayó en el país el “Error de Diciembre” y no hubo recursos públicos para apoyar la recuperación de este lugar… Empezamos desde cero.
En tres años arreglamos el lugar. Instalamos los servicios públicos y pintamos de blanco las paredes.
En ese momento, invitamos a algunos grafiteros conocidos para pintarlas con un solo objetivo: “Reflejar la relación de los jóvenes con la Ciudad”.
El infierno
La idea inicial de esta propuesta nos trajo un primer boceto: Una mujer con un niño pequeño se aventaba a las vías del metro para suicidarse.
Pregunté: “¿Qué es esto?”. “Lo que nos pediste. La relación jóvenes-ciudad”, me dijeron.
Insistí: “Sí. Pero: ¿Qué es concretamente?”… Me dijeron: “El infierno. Eso es la ciudad para nosotros: un pinche infierno”.
Aclaré: “Sí, está bien. La ciudad es un infierno. Es insoportable. No hay salidas. Pero hemos trabajado 7 años para abrir este lugar para buscar una puerta de salida. Proponer un cambio. Y crear un lugar distinto para hacer algo. Hay que pintar algo en lo que podamos creer… No puede ser el infierno”.
No muy convencidos, tomaron sus bocetos y se fueron.
Una semana después regresaron con otro proyecto, lleno de diablitos y ángeles deformes.
“¿Qué es esto?”, pregunte nuevamente.
“Lo que pediste… Y ya no vamos a negociar. Ya acordamos. No es el infierno, pero —de jodida— sí es el Purgatorio”, afirmaron.
Y así pintaron el Purgatorio durante 14 meses.
En el mural —al centro— está un típico ciudadano de la Ciudad de México. Está muerto, pero está vivo.
Está muerto y por eso tiene los ojos cerrados y el vientre abierto en donde le robaron todas las vísceras.
Pero todavía está lo suficientemente vivo para que a su derecha esté una diosa Coatlicue —a la que le cortaron la cabeza—, que fue devorada internamente por tres serpientes del PRI (verde, blanco y rojo).
Esta diosa carga en sus brazos una pequeña águila bebé, que se alimenta con la sangre del ciudadano. Con esa sangre se nutrirá y se convertirá en un águila majestuosa que se comerá —como en la bandera— no a una, sino a las tres serpientes que la mataron, para recobrar su dignidad como símbolo nacional.
En el lado izquierdo del ciudadano, está una patria grande, gris, obesa, lenta, vieja, tambaleante, que mendiga una gota de sangre del ciudadano. Pero no alcanza a salir nada, porque montado encima de la patria está un funcionario público —con un reloj Rolex de oro y sus lentes oscuros— que está chupando toda la sangre antes de que caiga un poco en la vasija de la patria.
A un lado del funcionario aparecen dos seres que le son indispensables: su secretaria y su coordinador de asesores… Los dos tienen picos en sus brazos para herir a los que llegan.
En la cabeza del ciudadano se lee la frase: “Porque no queremos salir” y atrás de él está toda la gente que viene a entregar su sangre en el purgatorio.
¿Y qué pasó con estos jóvenes en los últimos 30 años?
Ahora tienen 45 años… Pero hay muchos más nuevos jóvenes guerreros.
¿Y la marcha?
Más allá de las cifras de uno y otro lado, una parte de la ciudadanía dio muestra de su unión y fortaleza… Aunque no tenga líderes.
Marcharon muchos personajes impresentables —Fox, Elba Esther Gordillo, Alito Moreno, Chong, Creel, Madrazo, Claudio X. González—… Los mismos de siempre.
El grupo Unidos (PAN, PRI y PRD) acarreó y entregó propaganda —gorras, camisetas, volantes—… Para ellos, la marcha fue más de lo mismo.
Si AMLO previó toda esta participación y anticipa un “Plan B” para lograr la Reforma Electoral ¡Será un genio!
Si baja el financiamiento de los partidos; y desparece los 200 plurinominales; y no hace que los 300 que quedan sean plurinominales —tal como está escrito en los artículos 52, 54, 56 y 73— ¡Chapeau! Me quitaré el sombrero.
Si no es así… nuestro Purgatorio será el mismo.
La cueva del delfín
Los jóvenes saben de la corrupción… En la pandemia cambiamos nuestro viejo slogan “Somos una utopía, hecha realidad”, por uno nuevo “Somos iguales, porque somos diferentes”… Y regresamos a las calles.
¡Vientos huracanados!, si no me piden organizar otra marcha nos veremos por acá el próximo sábado…
Comentarios, quejas y lamentaciones: Facebook Héctor Castillo Berthier / Email: berthier@unam.mx
Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Email: berthier@unam.mx