Desde la teoría, la práctica y la historia de movimientos anteriores, las normales rurales luchan por su existencia
Desde su origen en la década de 1920, las normales fueron centros de estudios para personas que provenían de espacios rurales con alta marginalidad, estas escuelas se distinguen por tener un carácter colectivo y por la enseñanza de procesos de organización y movilización. En este sentido, además de su enfoque altamente politizado, estas escuelas son oportunidades para que las personas de escasos recursos puedan formarse profesionalmente, planteó Tanalis Padilla, profesora del Massachusetts Institute of Technology.
Resistencia en el tiempo
Las escuelas normales mantienen una posición radical que proviene de una cultura socialista heredada desde el apoyo al Cardenismo en las décadas de los 20 y los 30. Estos centros educativos mantuvieron un vínculo directo con la gente y apoyaban la distribución agraria, además de que conservaron una postura clara a favor del cooperativismo, señaló Sergio Zermeño, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Debido a los ideales socialistas y a la formación colectiva que mantenían estos espacios, se trataron de erradicar durante la presidencia de Ávila Camacho, en un proceso de depuración marxista de la Secretaría de Educación Pública. Además, el presidente argumentó su carácter “inmoral” debido a que en las instalaciones convivían hombres y mujeres, por lo que en 1942 los separó, señaló Zermeño.
Sin embargo, las escuelas normales lograron prevalecer gracias a que estos lugares ayudaban a sus estudiantes a comprender de dónde venía la pobreza en la que habían nacido. Su formación les permitía identificar el origen de su marginación en las políticas económicas establecidas desde el gobierno, agregó Miguel Ángel Ramírez Zaragoza, investigador del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad.
Identidad de los normalistas
Las normales rurales responden a un código disciplinario, además de la formación académica, también promueven una convivencia continua entre el estudiantado, buscan que las decisiones que se tomen sean democráticas y difunden la idea de que el individuo está sujeto al bien colectivo, agregó Padilla. Es así como la convivencia en las comidas y las movilizaciones colectivas promueven la sensibilidad, la ética y la responsabilidad.
El estudiantado ha asumido una identidad basada en sus condiciones, lo cual les permite posicionarse políticamente y convertirse en actores políticos y colectivos, afirmó Ramírez Saragoza, y agregó que, al reconocer las injusticias del sistema estatal, entre ellas el reducido apoyo económico que tiene por parte del gobierno, han tenido que luchar constantemente para mantener sus ingresos.
Educación y justicia social
Combinando teoría y práctica, y nutriéndose de luchas anteriores, las normales rurales se movilizan y luchan por su existencia, defienden sus ideales y adquieren otra manera de ver el mundo, concluyó Ramírez Saragoza.
Las escuelas normales rurales son espacios educativos que ponen énfasis en la vinculación que tiene la justicia con la educación, generan oportunidades para superar la pobreza generacional a partir de la promoción de valores colectivos y la profesionalización del alumnado. Asimismo, los participantes de las escuelas normales generalmente luchan en conjunto con otras causas que velan por el respeto, la igualdad y la justicia social.
Estas reflexiones tuvieron lugar el 20 de octubre de 2022 en la mesa redonda “Las normales rurales y la Densificación de lo Social”, que formó parte del Seminario Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción, coordinado por Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, investigadora del IIS-UNAM.
Video del evento
Prestadora de servicio social en el Departamento de Difusión del IIS-UNAM