Presentación
Salir, moverse soñar y hasta vivir es algo que cambió drásticamente desde marzo de 2020. A causa de la pandemia de Covid-19 nos vimos imposibilitados de salir de nuestras casas, de movernos libremente por aquellos lugares que cotidianamente solíamos habitar, visitar: la oficina, la escuela, el centro comercial, el parque, el gimnasio, la casa de amigos o familiares. De una semana a otra quedamos confinados; tuvimos que abandonar aquellas actividades que nos permitían imaginar y construir nuestros futuros. Niños y jóvenes dejaron las escuelas, jóvenes y adultos abandonaron sus trabajos, todos renunciamos a nuestros espacios de ocio y diversión. Frente a un futuro incierto y un presente lleno de miedo, angustia y dolor ante la enfermedad y la muerte, dejamos de soñar, de imaginarnos en el futuro. Dejamos de hacer planes, porque vimos que aquellos que ya habíamos hecho parecían irrealizables en el corto plazo.
Pero un estado de cosas así no puede continuar de manera indefinida. Quienes no tuvieron opción, salieron de sus hogares para seguir trabajando, también lo hicieron quienes, en sus casas, la forzada interacción familiar recrudeció problemas anteriores de violencia o hacinamiento. Hacia finales de 2020 la gente comenzó a salir a las calles, harta del encierro y el miedo, o simplemente porque el quedarse dentro era imposible o más peligroso. Pero, entonces, ¿la gente comenzó a soñar nuevamente? Tal vez.
En esta postal presento un par de escenas que muestran cómo los sueños, el movimiento y la libertad de salir sugieren que nos estamos reapropiando de nuestras vidas, a pesar de que la pandemia no ha cejado. Dos mujeres jóvenes en primer plano nos muestran la forma en que los sueños de un futuro y la libertad de movimiento aún son posibles; el fondo también es significativo: gente yendo o viniendo de trabajar, gente trabajando en el parque, gente disfrutando del parque. En otras palabras, gente soñando y viviendo… dos cosas que el virus de Covid-19 nos quiere seguir robando.
Parte 1. Sueño en movimiento
En patines, frente a una cámara, una joven posa alegre en lo que parece una toma amateur de fotografía. Detrás de la cámara, el joven con tapabocas negro le pregunta: “pero tú ya habías posado antes, ¿verdad?, porque lo haces muy bien”. Contesta algo inaudible para mí –que estoy a la distancia tomando esta postal en movimiento–, pero intuyo que ella asiente mientras el fotógrafo sigue disparando su cámara. Pareciera que, con esa pregunta, la joven saca a relucir su conocimiento en el modelaje: se mueve con mayor destreza e intenta poses que podríamos considerar sofisticadas. Se sabe admirada por el fotógrafo y por su acompañante quien se acerca, la besa y abraza; ambos patinan frente a la cámara –la del fotógrafo y la mía– haciendo algunas figuras.
La imagen me permite imaginarme el sentido que cobra para ella ser fotografiada y querida. A su corta juventud, su vida está llena de sueños y uno de ellos puede ser convertirse en modelo. Sus movimientos se confunden con el agua que brota de la fuente, la brisa los baña en esta tarde calurosa en Ciudad de México. Si uno mira la escena no encuentra nada extraño, salvo si recuerda que estamos en medio de una situación atípica: la pandemia de Covid-19. Las personas que caminan, trabajan, andan en bicicleta o patinan a su alrededor; los niños y padres que pasean, gritan, corren y juegan con la pelota nos recuerdan que estamos en un momento diferente porque la mayoría lleva cubierto el rostro con una mascarilla. Detrás de este tapabocas se esconde el miedo o la cautela, pero también el deseo de querer salir de la crisis bien librados. Porque todos y todas queremos seguir viviendo y soñando como esa joven.
Parte 2. Libertad sobre ruedas
Esta toma también se encuentra llena de movimiento y de anhelo por salir. Personas caminando que atraviesan el Parque de la Bombilla para regresar a sus casas del trabajo, la escuela o la librería; madres y niños paseando; personas trabajando para hacer que este parque esté impecable. Ellos y ellas nos muestran cómo, a pesar de la pandemia, la gente quiere retomar sus vidas. La joven que patina en primer plano, haciendo figuras y saltos artísticos, también nos hace sentir libres. El rítmico sonido de un patinar que se mezcla con el ruido citadino y con el andar de los paseantes y trabajadores del parque nos invita a movernos, a despertar de la pesadilla; nos invita a seguir viviendo.
Con destreza, esta joven mujer, llama la atención de transeúntes y demás patinadores. Gira, se desliza, parece flotar en el aire. Sus movimientos sustituyen los de una fuente que hoy no está funcionando. Sus figuras y piruetas nos muestran las implicaciones de esta práctica: alegría y goce frente a los logros, pero también disciplina y persistencia para aprender de los errores y las caídas. De manera metafórica así podemos pensar nuestras vidas en momentos críticos como el actual: si queremos seguir adelante tenemos que ser persistentes, intentar una y otra vez, gritar, expresar nuestro enojo para levantarnos si caemos o trastabillamos; tenemos que movernos a pesar de que no tengamos alicientes externos. Tenemos que aprender de la situación que nos puso la pandemia para reconocer los errores del pasado e intentar no cometerlos nuevamente.
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En suma, las dos partes de esta postal en movimiento nos invitan a retomar la esperanza, o al menos esto es lo que quisiera transmitir con mi reflexión. Esperanza frente a una crisis que nos paralizó y que terminó con la vida de muchas personas; esperanza –a pesar del dolor y el miedo residual– para seguir viviendo, para continuar imaginando nuestro futuro y para hacer cosas que nos permitan construirlo de mejor manera, para el bien de todas y todos los que habitamos este planeta. Esta postal, al igual que otras que se muestran en esta serie, nos permite repensar y reinventar un futuro promisorio frente a un presente y un pasado desalentadores. Ofrece una mirada sobre la resiliencia de las personas, de su capacidad para reinventarse y seguir viviendo frente a las adversidades.
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